Los huertos escolares son una estupenda herramienta de aprendizaje transversal. Permiten trabajar conocimientos y habilidades de distintos ámbitos. Y al mismo tiempo, inculcar valores a los más peques mientras se divierten.
Los huertos escolares enseñan a comer de forma equilibrada
Animar a los niños y niñas a cultivar sus propias hortalizas es una buena manera de que se familiaricen con ellas y aprendan a valorarlas. De este modo, los huertos escolares pueden ayudarnos a fomentar una alimentación variada, con un alto porcentaje de fruta y verdura.
Ayudan a comprender mejor lo que viene en los libros
Además, un huerto resulta muy útil como complemento al trabajo en el aula. Puede servirnos como apoyo al estudio de las ciencias naturales. Por ejemplo, para trabajar la diferencia entre verduras, frutos o legumbres, o el papel del sol, el agua y los nutrientes de la tierra en el crecimiento de todo tipo de plantas. Comprender la importancia de la fotosíntesis y recordar su funcionamiento es más fácil cuando puedes ver un ejemplo real.
Desarrollan habilidades motrices
Cultivar hortalizas requiere usar las manos para remover la tierra, así como utilizar instrumentos: desde palas o rastrillos a regaderas o tablas de sujeción para que una planta crezca enderezada. Es, por tanto, un modo de que los más pequeños trabajen la motricidad fina mientras realizan una actividad educativa también a otros niveles.
Los huertos escolares promueven el trabajo en equipo
Para crear un huerto escolar, además de usar las manos, necesitamos poner en práctica otras habilidades. Hay que seleccionar los cultivos en base a las condiciones de la zona, planificar las actividades necesarias para alcanzar el objetivo y coordinarse sobre el terreno para llevarlas a cabo. Todo ello supone, por tanto, trabajar en equipo, o lo que es lo mismo: aprender a acatar y aplicar las directrices marcadas en ciertos momentos por el profesorado y, al mismo tiempo, saber coordinarse con los compañeros y compañeras, adquiriendo además cierta autonomía.
Permiten trabajar juntos a niños y niñas de distintas edades
Los huertos escolares ofrecen muchas posibilidades, tanto en el tipo de cultivos como en la dificultad de las tareas a realizar. Y permiten, además, que niños y niñas de distintas edades interactúen entre sí y participen simultáneamente en su cuidado, adaptándose a las labores apropiadas para su edad.
Es una actividad que pueden llevar a cabo tanto niños y niñas de infantil y primaria como personas adultas, siempre que respetemos las capacidades y limitaciones de cada uno.
Los huertos escolares pueden ayudar a aprender matemáticas
Permiten trabajar simultáneamente distintos conocimientos. Pueden servirnos para repasar con los más pequeños números y colores, y para aprender los nombres de las hortalizas en inglés. Pero, además, son una herramienta perfecta para trabajar cuestiones básicas de geometría o economía con el alumnado de los cursos más altos.
¿Cómo? Podemos empezar por calcular la superficie de nuestro huerto o el número de zanahorias que caben en una fila dejando determinada distancia entre ellas.
Además, podemos usar los huertos escolares para trabajar cuestiones de economía, como calcular el coste de producción por unidad. Para ello tendremos que tener en cuenta el número total de unidades cultivadas, el coste de los materiales utilizados (tierra, fertilizantes, insecticidas…), las horas de trabajo, el valor de ese tiempo…
Inculcan el valor del esfuerzo
Si alguna vez has cuidado plantas, habrás comprobado la satisfacción de ver cómo tras semanas de dedicación aparecen las flores. Pues con los huertos escolares ocurre lo mismo: ¡pueden producir muchas alegrías! Además, permiten inculcar la idea de que para obtener resultados es necesario mucho esfuerzo, pero también que el trabajo tiene su recompensa. Comer un tomate lleno de sabor y cultivado por uno mismo es una de ellas.
Permiten aprender disfrutando del sol y el aire libre
Todas las personas necesitamos movernos, que nos de un poco el aire, notar el sol en la cara… Pero pasamos demasiado tiempo sentados y encerrados entre cuatro paredes. Y no solo cuando somos adultos, ocurre lo mismo en los centros educativos. Y en ese contexto, los huertos escolares ofrecen una estupenda alternativa. Un espacio para el aprendizaje al aire libre, con los beneficios físicos y emocionales que eso conlleva.
Los huertos escolares pueden servir para aprovechar residuos
La escuela puede utilizar los restos orgánicos del comedor y los deshechos de las podas del jardín para elaborar abono. Es sin duda una manera de aprovechar los residuos y contribuir de ese modo al cuidado del medio y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Las familias también pueden participar
Desde el centro educativo se puede también invitar a otras personas del entorno de los y las menores. Si alguien tiene un familiar que domine la jardinería, pueden participar en el centro formando a los/las educadores/as o incluso prestar herramientas al centro. Pero también aquellos que no son expertos pueden animarse a elaborar compost en casa o ayudar en alguna tarea.